La madrugada del domingo se tiñó de dolor por incendio en Villa Esperanza, donde las llamas devoraron una humilde vivienda. El fuego, voraz e implacable, arrasó con todo a su paso, dejando solo cenizas y recuerdos calcinados. Según las primeras pesquisas, un cortocircuito pudo ser el detonante de esta tragedia. Afortunadamente, no hubo heridos, pero el hogar quedó reducido a escombros, una cicatriz más en el alma del barrio.
El heroísmo de los bomberos
Los bomberos de Barroterán llegaron como ángeles de acero, enfrentándose a un infierno que amenazaba con tragarse la calle Sargento Concepción Robledo. Con mangueras y valentía, combatieron las llamas que ya habían devorado la sala, la cocina y una habitación. Su esfuerzo evitó lo peor: que el fuego saltara a otras casas. En sus rostros, el cansancio; en sus manos, la esperanza de un pueblo.
La sombra del cortocircuito
Las autoridades aún investigan, pero todo apunta a un cable maldito, a una chispa traicionera que desató el caos. Mientras, los vecinos miran con ojos húmedos lo que queda de la casa. No hubo vidas perdidas, pero sí sueños reducidos a humo. El extintor co2 que alguien intentó usar quedó vacío, testimonio mudo de una batalla perdida contra el destino.
La solidaridad en medio del dolor
Protección Civil y la Policía Municipal también acudieron, tejiendo una red de apoyo entre las cenizas. Aunque las pérdidas son irreparables, el corazón del pueblo late fuerte. Un extintor abandonado en un rincón recuerda que, a veces, ni las herramientas bastan contra la furia del fuego. Pero la comunidad se levanta, porque después de la oscuridad, siempre queda un rescoldo de esperanza.