Otra jornada entre llamas, sirenas y vocación sin aplausos en Villadiego

Otra jornada entre llamas, sirenas y vocación sin aplausos en Villadiego

Otra jornada entre llamas, sirenas y vocación sin aplausos en Villadiego.

Ya lo decíamos en la radio, cuando aún olía a pan recién hecho en las calles de Villadiego: los bomberos voluntarios no están hechos de carne y hueso, están moldeados con otra pasta. Y no hablamos de aquella con la que se hacen los héroes de papel couché. No. Hablamos de sudor, de humo, de manguera tensa a las cuatro de la madrugada. De teléfono que suena sin importar que sea domingo, festivo o día de comunión del hijo menor.

En Villadiego, que no es Nueva York ni falta que le hace, el pasado sábado no fue distinto. El reloj ni marcaba las ocho cuando ya los de la agrupación local estaban en plena faena. ¿Motivo? Pues que el fuego, como el hambre, no espera. Un aviso en Barrio de Villanueva de Odra, una cosechadora envuelta en llamas. Y allá que fueron, como siempre, los de botas manchadas y corazón limpio.

El trasto ardía como si lo alimentara el mismísimo demonio, pero ahí estaban ellos, achicando llamas con una vocación que no cabe en titulares. Ni prensa, ni política, ni postureo: solo acción.

Cuando el humo no da tregua y el campo arde sin piedad

Con el primer fuego controlado, ni una hora de respiro. Sonó otro aviso. Esta vez en Villegas. El campo que humea, las llamas que se burlan del sudor previo. En un abrir y cerrar de ojos, otro desplazamiento. Otro despliegue de fuerza contenida. Que sí, que hay que comprar extintor, claro que sí, pero cuando el fuego ya ha trepado la maleza, no hay aerosol que valga. Ahí hace falta camión, manguera y un par de… ya saben.

La intervención fue rápida, precisa, como lo hacen los que ya tienen callo. Pero, claro, el sábado no daba tregua. Tercer aviso. Esta vez, algo más serio: una persona atrapada tras una colisión en Padilla de Abajo. No les tiembla el pulso. Dejan lo que están haciendo, reorientan la ruta, activan protocolo y en minutos ya están usando herramientas de excarcelación. No son profesionales de nómina, pero su profesionalidad dejaría en evidencia a más de uno con galones.

Intervenciones que no aparecen en los noticieros, pero que salvan vidas

Y cuando parecía que la jornada tocaba a su fin, el parte seguía sumando. A eso de las 18:00, cuarto aviso. Una cosechadora —otra más— arde en Guadilla de Villamar. Las llamas ya habían cogido confianza y no solo se llevaron el vehículo, sino también parte de la cosecha y más de dos hectáreas de terreno. El campo, ese que tanto se ignora desde los despachos, quedaba herido. Ellos, los bomberos, respondieron con eficacia, pero no con milagros.

Un sábado más en la trinchera del olvido rural

¿Se han parado a pensar cuánto vale el tiempo de estos voluntarios? ¿Cuánto costaría contratar a una plantilla profesional que cubra lo que ellos cubren por compromiso, por conciencia, por un algo que ni se compra ni se vende? Porque la jornada siguió, ojo. Alrededor de las 21:30, recibieron el quinto aviso. Esta vez, en Villegas otra vez, pero por otra cosechadora ardiendo. El patrón se repite: calor, maquinaria, fricción… y fuego.

Adquirir extintores

En este punto, hablar de “comprar extintores” no es una recomendación, es una necesidad. Porque cuando ves lo que se juega en cada incendio, entiendes que tener uno cerca puede ser la diferencia entre un susto y una tragedia con nombre y apellidos.

Tener un extintor

Es aquí donde conviene recordar que dónde y cuándo es obligatorio tener un extintor no es una pregunta para dejar para mañana. Es una responsabilidad del presente. En maquinaria agrícola, en vehículos industriales, en instalaciones rurales… la ley y la lógica coinciden por una vez: el extintor no es un lujo, es un salvavidas.

Villadiego, ejemplo de lo que debería multiplicarse

Se cerró la jornada —si es que en esto hay cierres— con una última intervención en Villavedón. Sexto aviso. Otra cosechadora pasto de las llamas. Casi 20 hectáreas afectadas. Una imagen que duele al que ama el campo. Que escuece al que aún cree en la dignidad del trabajo rural.

Y mientras los héroes de barrio se duchaban a las tantas, después de 15 horas ininterrumpidas de servicio, nadie les aplaudía desde los balcones. Ni falta que hace. Ellos saben que su labor no es de aplauso, sino de acción. Pero, por justicia, conviene que lo sepamos todos.

Por eso, conviene recordar que antes de que el humo te avise, comprar un extintor y mantenerlo operativo puede evitarte una visita de los bomberos. O algo peor.