¿Crees que estás protegido porque hay un extintor en el rellano… ¡Error! La falsa sensación de seguridad puede costarte la vida

¿Crees que estás protegido porque hay un extintor en el rellano… ¡Error! La falsa sensación de seguridad puede costarte la vida.

Uno camina por el pasillo de su edificio, echa un vistazo al extintor rojo colgado en la pared y se tranquiliza. “Aquí no pasa nada”, piensa. Pero, como diría un clásico de la radio: craso error, amigo. Creer que ese extintor común y oxidado en el rellano salvará su hogar de las llamas es como confiarle su vida al horóscopo de la revista del domingo. El fuego no avisa, no pregunta por permisos ni toca la puerta. Irrumpe, devora y arrasa. Y usted, que pensaba estar protegido, se queda con las manos en los bolsillos y el alma en vilo.

La pregunta no es si puede pasar, sino cuándo. Porque el fuego no es un suceso de película ni una historia ajena. El incendio del edificio de Santa Cruz de Tenerife lo confirma. Una chispa en el cuadro eléctrico, una instalación improvisada o el olvido de una vela encendida pueden desencadenar el infierno en segundos.

El rellano no es tu salvación: el extintor debe estar dentro de tu casa

El extintor comunitario que reposa en el pasillo no fue pensado para salvarle el sofá, ni las fotos de sus hijos, ni la vida de su gato. Está ahí para emergencias en zonas comunes. Punto. Si el fuego empieza en su cocina o en el dormitorio de su hijo, usted necesita un extintor a mano, en su espacio, al alcance de su vida.

Y aquí llega la pregunta que nadie se atreve a formular con claridad: ¿tiene usted un extintor para casa? No lo que hay afuera, no lo que cuelga en la pared comunal. Uno suyo, de verdad, bien colocado y revisado. Porque si no lo tiene, lo que tiene es una falsa ilusión de seguridad.

Tener un extintor no es suficiente: hay que saber usarlo y tenerlo donde toca

Como nos contaba el responsable del Consorcio de Bomberos de Tenerife, la mayoría de los incendios podrían evitarse o minimizarse con un extintor bien ubicado y usado a tiempo. Pero, claro, tenerlo no basta: hay que saber dónde colocarlo y cómo usarlo sin dudar.

Los bomberos no llegan en segundos. Y cuando llegan, a veces es tarde. Los cinco primeros minutos de un fuego son los que deciden si su casa seguirá siendo su hogar o una ruina humeante. Y esos minutos son suyos, exclusivamente suyos. No del vecino, no del portero, no del seguro. Suyos.

El extintor para casa: la diferencia entre un susto y una tragedia

Aquí entra la palabra clave: extintor para casa. No para el pasillo, no para la oficina, no para el coche. Para su cocina, su sala, su cuarto de lavar. Un extintor adecuado, certificado, y adaptado a los riesgos de un hogar.

¿Cree usted que un cortocircuito va a respetar el reglamento de la comunidad? ¿O que una sartén olvidada al fuego va a esperar a que usted corra al rellano? Lo que necesita es que, cuando algo arda, usted reaccione con firmeza, con conocimiento y con un extintor en la mano. Uno que esté en su casa, que haya revisado, que sepa usar.

Y entonces surge la siguiente duda razonable: ¿donde comprar extintores? ¿En el supermercado? ¿Online? ¿En la ferretería de toda la vida? Pues no. El extintor de casa no se improvisa ni se compra a la ligera. Debe adquirirse en un establecimiento especializado, donde le orienten, donde se aseguren de que cumple la normativa y que sirve para apagar fuegos de tipo A, B o C según la zona del hogar.

Dónde y cuándo es obligatorio tener extintor

¿dónde y cuándo es obligatorio tener un extintor? Vamos con la legalidad, que también importa. En España, la normativa de protección contra incendios no obliga de forma general a tener un extintor dentro de las viviendas particulares. Pero si vive en una casa aislada, si tiene chimenea, garaje, trastero con productos inflamables, o si alquila su vivienda como alojamiento turístico, la obligación aparece, clara y rotunda.

Además, el sentido común, que muchas veces escasea más que el agua, debería imponerse a la letra fría de la ley. Tener un extintor no es un gasto, es una inversión mínima que puede evitar una ruina total. Porque los seguros no cubren todo, ni el tiempo, ni la angustia, ni los recuerdos quemados. Y porque cuando el fuego prende, no da tregua.

¿Cómo elegir el extintor ideal para tu hogar?

Aquí no vale cualquier cosa. El extintor para casa debe ser portátil, liviano y polivalente. El más recomendado es el de polvo ABC, que sirve para fuegos sólidos (tipo A), líquidos (tipo B) y gases (tipo C). Con uno de 6 kilos va sobrado para apagar un conato, pero hay opciones más compactas, de 1 o 2 kilos, que caben en una estantería o dentro de un armario.

Pero atención: el extintor debe contar con su sello de homologación, estar revisado cada año y colocarse en un lugar visible y accesible. Nada de esconderlo en el fondo del trastero o encima del armario del baño. Si no lo ve en 5 segundos, no lo va a usar a tiempo.

La revisión: el extintor también necesita cuidados

Igual que no dejaría el coche sin ITV durante años, el extintor no es eterno ni se revisa solo. Tiene caducidad, necesita mantenimiento y revisiones técnicas. Hay empresas especializadas que, por muy poco dinero, le garantizan que su extintor está en condiciones óptimas.

Tenerlo sin presión, con el polvo apelmazado o el seguro corroído es tan útil como tener un paraguas roto en plena tormenta. Debe comprobarse cada cierto tiempo que el manómetro esté en verde, que la boquilla esté limpia y el pasador en su sitio.

Lo que no se ve también protege

Un extintor no es decoración. No embellece el salón ni impresiona a las visitas. Pero salva. Y lo salva a usted, a su familia y a sus recuerdos. No es heroísmo ni paranoia. Es lógica, prevención y sentido común.

Tener un extintor dentro de casa es tan necesario como tener un seguro de salud o un cinturón de seguridad. Porque los accidentes no se anuncian y el fuego, cuando llega, no da tiempo para pensar.

Así que mírelo bien: ¿cree usted que está protegido solo porque hay un extintor en el rellano? Error. El que debe protegerle está dentro. En su casa. A su lado. Cargando la esperanza de que nunca lo necesite, pero sabiendo que, si lo necesita, lo tiene.