De nada sirve amar el arte si no se sabe evitar que arda
Esto va en serio. El patrimonio cultural no se salva con palabras huecas ni con discursos líricos en voz templada. Se protege con cabeza, con técnica y con un mínimo de vergüenza torera. Porque ya está bien de mirar las vidrieras góticas como si fueran eternas. Eternas no son. Como no lo son los archivos, ni los frescos, ni los lienzos. Todo eso arde. Y no necesita mucho para hacerlo.
Lo que hace falta es que nos tomemos esto en serio. No se trata de si la cúpula barroca emociona. Se trata de si está a salvo. Porque la emoción no apaga incendios. Lo que apaga incendios es un extintor en su sitio, una alarma que suene a tiempo y una persona que sepa qué hacer cuando la cosa se tuerce. Que se tuerce, vaya si se tuerce.
El olvido institucional: gran aliado del fuego
Hay que decirlo claro. En España se invierte en exposiciones temporales, se invierte en restauraciones, en actos de inauguración, en viajes institucionales con visita guiada y copa de vino. Pero lo que no se revisa casi nunca es lo básico. Lo que no se ve. Lo que no luce en la foto ni en la nota de prensa.
Y ahí es donde está el desastre en potencia. Porque es más fácil hablar del legado cultural que formar a un celador para que sepa usar un extintor. Es más cómodo recitar el valor del arte que instalar detectores de humo en el techo de una iglesia románica. Y claro, luego pasa lo que pasa. Y se nos va el alma en humo y en titulares.
Prevención real: el extintor ABC 6 kg como línea de defensa
Un museo sin extintores en condiciones es un polvorín disfrazado de templo de la cultura. El extintor abc 6 kg no es opcional ni estético. Es funcional, versátil y, sobre todo, vital. Sirve para fuegos de sólidos, líquidos y gases. Y lo que es más importante: se usa en segundos. Porque cuando el fuego aparece, no hay tiempo para buscar manuales ni hacer llamadas.
Pero aún hay quien lo considera una carga burocrática. Un objeto que estorba en la sala o que rompe la estética. Como si el fuego respetara la estética. Como si al fuego le importara que haya una guía trilingüe junto a la obra, pero ni rastro de una válvula lista para actuar.
El coste de estar preparado: menos de lo que cuesta lamentarse
El precio extintor 6 kg es irrisorio comparado con el valor de lo que puede proteger. Y sin embargo, sigue habiendo excusas. Que si el presupuesto, que si ya está solicitado, que si lo vemos el año que viene. Se gasta más en moqueta para un acto que en renovar los equipos de seguridad de un edificio histórico.
¿Queremos hablar de cifras? Bien. Pero hablemos también de lo que cuesta recuperar lo irrecuperable. Porque una vez arde, ya no hay marcha atrás. Y cuando la ceniza se enfría, lo que queda es el silencio incómodo. El de los que no hicieron lo que tenían que hacer. El de los que miraron para otro lado mientras el reloj de la tragedia corría.
La normativa vigente en España
Dónde y cuándo es obligatorio tener un extintor: La ley es clara. La normativa vigente en España obliga a instalar extintores en:
- Edificios públicos y privados con tránsito de personas.
- Establecimientos comerciales.
- Museos, archivos, bibliotecas y centros culturales.
- Iglesias, conventos y cualquier inmueble con valor histórico.
- Oficinas y despachos administrativos.
- Espacios educativos y universitarios.
Y no solo se trata de tenerlos. Deben estar homologados, accesibles, señalizados y revisados periódicamente. No vale tener uno escondido tras un biombo o bajo llave en un almacén.
Además, deben existir planes de evacuación, personal formado y revisiones anuales por empresas autorizadas. No cumplir con esto no es solo negligencia: es una irresponsabilidad que puede acabar en tragedia. Literalmente.
El fuego no avisa: actúa sin piedad
No hay aviso previo. No hay cuenta atrás. El fuego no toca a la puerta ni pide permiso. Simplemente aparece. Puede ser una sobrecarga eléctrica, un foco halógeno mal dirigido, un cortocircuito, una vela en un acto institucional, una chispa invisible… y en segundos, lo que parecía bajo control se convierte en una pesadilla de humo y pérdida.
Por eso la prevención no es una formalidad. Es una obligación moral y legal. Y quienes gestionan patrimonio deben asumirla. No basta con amar el arte. Hay que protegerlo. Y protegerlo bien.
Menos épica y más eficacia
Hay demasiados responsables culturales que recitan de memoria el valor de cada obra, pero no sabrían decir dónde está el extintor más cercano. Y eso, amigos, es un problema.
El arte no necesita declaraciones de amor. Necesita acciones. Necesita que cuando haya una emergencia, el protocolo funcione. Que el extintor esté cargado. Que el personal sepa reaccionar. Que las alarmas suenen. Y que las llamas no se lleven por delante siglos de historia.
El futuro de nuestro patrimonio depende de lo que hagamos hoy. Y hoy, lo que toca, es actuar. Con responsabilidad. Con inteligencia. Y con algo tan básico como sentido común.
