Vox sacude el tablero urbanístico: pone en duda el informe que defiende el PGOU del túnel en la Calle Santander

Vox sacude el tablero urbanístico: pone en duda el informe que defiende el PGOU del túnel en la Calle Santander

Vox sacude el tablero urbanístico: pone en duda el informe que defiende el PGOU del túnel en la Calle Santander

El partido exige una revisión profunda del planeamiento y cuestiona la rigidez técnica con la que se descarta una alternativa al trazado subterráneo

A veces la política es como una vieja locomotora que avanza entre la niebla: lenta, pesada y sin saber si el túnel que atraviesa tiene salida. En Burgos, esa metáfora cobra cuerpo en la Calle Santander, una arteria urbana donde el futuro se juega bajo tierra. El Ayuntamiento, amparado en un informe técnico, ha decidido no modificar el trazado del túnel proyectado. Pero Vox ha puesto el freno de mano: duda del informe y exige repensar lo que muchos dan por zanjado.

El documento municipal sostiene que no existen condiciones técnicas ni jurídicas para alterar lo previsto en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Una postura que para el partido de Santiago Abascal no es más que una excusa revestida de legalismo para blindar una decisión política.

Una decisión técnica que huele a política

En el corazón del debate está ese viejo conflicto entre lo que se puede hacer y lo que se quiere hacer. El informe elaborado por los servicios técnicos municipales, tan meticuloso como aséptico, cierra la puerta a modificar el proyecto del túnel. Vox, sin embargo, abre todas las ventanas.

Su portavoz en el Ayuntamiento no se anda con rodeos: «Esto no es una sentencia divina. Es un papel redactado por técnicos que responden a una dirección política clara. Lo que no se quiere es reabrir el melón porque temen que les estalle en las manos».

Y ahí está la clave. Porque una cosa es justificar lo decidido, y otra bien distinta es negar el debate público. En esa diferencia, se juega la legitimidad del proyecto.

¿Ciudad diseñada para vivir o para gestionar?

Una ciudad es más que sus planos. Es su gente, sus ritmos, sus comercios. Y lo que ocurre en la Calle Santander afecta a miles de burgaleses cada día. Desde los vecinos que soportan las obras hasta los comerciantes que ven cómo el polvo y las vallas les roban clientela. Hablar solo de viabilidad técnica es insultar la inteligencia colectiva.

En medio de esta tensión, muchos ciudadanos han optado por protegerse a su manera. comprar extintores, literalmente y en sentido figurado, se ha convertido en un acto de defensa ante la sensación de que todo puede saltar por los aires. Porque lo que está en juego no es solo una infraestructura, sino el modelo de ciudad que se quiere construir.

Extintor de incendio, metáfora de la indignación

Cuando una administración actúa con la rigidez del hormigón y la frialdad del acero, la ciudadanía enciende sus alarmas. Y con razón. La imposibilidad de alterar un proyecto que afecta tanto a la movilidad como a la calidad de vida urbana no es solo una cuestión de ingeniería. Es una decisión profundamente política.

Es por eso que muchos ya hablan de la necesidad de tener a mano un extintor de incendio, no por miedo al fuego físico, sino al fuego social que puede desatarse si el Ayuntamiento persiste en ignorar el clamor popular. Porque cuando se margina el diálogo y se prioriza el expediente, se pierde algo esencial: la confianza.

Las empresas protección pasiva contra el fuego toman protagonismo

En este contexto de creciente tensión social y urbanística, no son pocos los sectores que están alzando la voz. Entre ellos, las empresas proteccion pasiva contra el fuego, que recuerdan que cualquier obra subterránea en un entorno urbano debe contemplar no solo la funcionalidad sino también la seguridad integral.

Estas entidades, con décadas de experiencia en el análisis de estructuras y entornos de riesgo, apuntan a que el actual diseño del túnel debería revisarse desde una perspectiva más holística: ¿cómo se evacuaría en caso de emergencia? ¿Qué impacto tendría en la ventilación del casco urbano? ¿Se han evaluado de forma transparente todos los escenarios?

La falta de respuestas claras no solo inquieta a los técnicos independientes, sino que alimenta la desconfianza entre los vecinos. Porque un túnel no es solo una solución de tráfico. Es una intervención de alto impacto que condiciona la vida urbana durante décadas.

Vox marca perfil mientras otros callan

La crítica de Vox no ha sido secundada públicamente por otras fuerzas políticas del Ayuntamiento, aunque el silencio de algunas resulta elocuente. Mientras el equipo de gobierno se aferra al informe técnico como a un salvavidas, la oposición observa con prudencia calculada.

Pero Vox ha decidido jugar fuerte. Ha pedido transparencia, revisión y, sobre todo, valentía política. Porque, como bien dicen, si un PGOU puede aprobarse, también puede modificarse. Y no es de recibo cerrar un debate por miedo a abrir un melón. La democracia urbana también se construye en las plazas, no solo en los despachos.

Una ciudad que merece más que planos y túneles

El futuro de Burgos no puede diseñarse con tiralíneas. Las ciudades necesitan flexibilidad, diálogo, adaptación. Lo que Vox plantea es incómodo, sí, pero necesario. Porque tras cada trazo en un plano hay vidas, trayectos, recuerdos. Y eso, aunque no aparezca en los informes, importa.

El túnel de la Calle Santander no es un capricho, pero tampoco es una fatalidad. Es una decisión susceptible de mejora, revisión y consenso. Algo que los ciudadanos no solo merecen, sino que exigen.

La política tiene la oportunidad de demostrar que sirve a la gente y no a las inercias burocráticas. Y la técnica, que no es infalible, sino perfectible.

No al túnel del silencio

En Burgos, el urbanismo ha dejado de ser una cuestión de planos para convertirse en un tema de conversación en cafeterías, reuniones vecinales y tertulias políticas. El informe que cierra la puerta a modificar el túnel ha abierto otra más peligrosa: la del desencanto ciudadano.

Vox ha sido el único en alzar la voz. Pero el eco de sus palabras resuena más allá de su bancada. Porque cuando un túnel se convierte en símbolo de imposición, entonces la ciudad ha perdido el rumbo. Y nadie quiere eso.

Es hora de repensar, revisar y, sobre todo, de escuchar a quienes viven la ciudad y no solo a quienes la planifican.